Con  fidelidad monástica, una vez al  mes solemos hacer un día de desierto. Lo llamamos así, pues desde después de la eucaristía por la mañana, hasta la hora de Vísperas por la tarde, tenemos tiempo de soledad, cada una en particular. Hay un espacio prolongado de tiempo para dedicarse a la lectura, orar, pasear contemplado o simplemente estar. A nuestro espíritu le sienta muy bien, y a nuestro cuerpo también; es muy saludable romper la rutina de vez en cuando. A mí siempre se me hace corto y me encantaría poder tener no uno, sino dos o tres días de retiro seguidos. Parece un contrasentido, las monjas que siempre estamos de “retiro”, que tengamos sed de más, pero así es. Dios es un pozo sin fondo y cuanto más bebes, más quieres seguir bebiendo.

En nuestro último día de desierto estuve leyendo a los padres del monacato sirio. Ellos vivían en la arena de Oriente y nosotras/os en el desierto de la Cuaresma. Ellos pertenecen a los siglos V al VII, y nosotras al XXI. Y tanto para aquellos ascetas como para el monacato de hoy, era muy importante la lectura de la Escritura, la organización equilibrada de la jornada y la pureza de la oración. Fieles seguidores de Cristo, practicaban la oración continua y la hesiquía (quietud).

Os dejo algunas sentencias para esta Cuaresma durante la cual, podemos “rumiar” que somos polvo de la tierra y naturaleza muda (Isaac de Nínive)

Acoge a todos y adelántate en los gestos, conforme nuestro Señor lo enseñó a los apóstoles que fueron los primeros en la acogida (Mt 10, 12) (Juan el Solitario)

No pretendas únicamente estar en oración olvidando la lectura, porque mientras tu cuerpo se esfuerza, tu mente está ociosa (Juan el Solitario)

No busquemos la quietud en nuestros contactos humanos, sino en relación a las pasiones (Filoxeno de Mabbug)

Mantén tu bastón siempre a mano, no penetres en el mar sin bastón (=oración incesante, recuerdo continuo). No alces el pie para caminar sin haber orado antes (Isaac de Nínive)

El sol de Siria era demasiado para la lagartija que decidió venirse a morar en los “muiños” (molinos) de Armenteira. ¿Puedes descubrirla en la puerta de la foto?