A las puertas de celebrar al Apóstol Santiago, hemos terminado las jornadas monásticas, donde las participantes  – y el participante-, han podido compartir la vida de las monjas durante tres días.

Hemos trabajado y  orado la Liturgia de las Horas juntas, también hubo momentos de oración silenciosa en contacto con la Naturaleza, y charlas impartidas por algunas hermanas, sobre distintos valores del monacato.

 

 

 

Como la maternidad, la vida espiritual abre el apetito, así que comieron abundantemente y también durmieron bien, pues el ritmo monástico,  no es  estresante, pero sí intenso. Han sido unos días como el grano de mostaza o la levadura en la masa, es decir, pequeñas dosis de espiritualidad, pero muy potentes, que ahora hay que dejar crecer y fermentar en el entorno de cada cual.

 

¡Os deseamos un día de Santiago «cheo de ledicia» (lleno de alegría)¡… como han sido estas jornadas de sonrisa permanente