limones y saucesMari Paz llegó hace unos cuantos años a un monasterio de piedras doradas. Siguiendo la senda de la intuición y de la búsqueda, como Judy Garland en el Mago de Hoz, aquella visita y las muchas posteriores, desbrozaron un paisaje interior, una comprensión íntima: el camino común que transitamos monjas, monjes y laicas y laicos. Aquel día, una pequeña anécdota se transformó en signo elocuente: «me levanté muy temprano, la hora de Vigilias, cinco de la madrugada, noche cerrada; esa hora a la que, tanto monjes como laicos, tenemos cara de levantados a destiempo; y de camino por el claustro hacia la capilla me encontré con uno de los monjes que, con sonrisa de complicidad y voz muy suave, casi un susurro (a esas horas no se habla), me preguntó: “¿A dónde vas tú a estas horas?”. “Exactamente al mismo sitio que tú”, le contesté, casi mecánicamente, sin reparar en la frase. Al poco rato nos encontramos de nuevo en la capilla, con toda la comunidad, mientras sonaba la campana para iniciar la oración».

De todas sus vivencias de estos años han surgido múltiples intuiciones plasmadas en sus escritos y charlas. Una de ellas, la impartió en Méjico DF invitada por el Instituto de Formación Teológica Intercongregacional. El título: «Espiritualidad y compromiso en el mundo». Fue una charla sustanciosa, de la que iremos desgranando algunas perlas a lo largo de distintos posts. De momento y para arrancar, recogemos aquí esa intuición primera: el camino común…

La anécdota del monje, citada al inicio, no quedó en mera anécdota. Ya dije que fui descubriendo en mis idas y vueltas al monasterio que, los valores de la vida monástica, que llamo “tesoros de la vida monástica”, tenían y tienen un mensaje para los laicos que vivimos en el mundo. El Camino es Uno y son muchos los senderos espirituales que conducen a él, tantos como personas hay en el mundo, tantos como vocaciones, incluida la de laicos (seglares se decía antes).

He elegido el camino espiritual que es la vida monástica para compartir con vosotros como retornar del alejamiento de uno mismo, de la separación de los otros y de la distancia infinita que ponemos entre Dios y nuestras maltrechas personas.

Escuché decir a un monje: “Todo ser humano lleva dentro de sí una llamada monástica que vamos a vivir de manera distinta” ¡Qué nadie se asuste! No se trata de que todos tengamos que hacernos monjes o monjas e irnos a vivir dentro de los monasterios. En mis reflexiones por los claustros y en la soledad de la capilla se fue traduciendo, de forma más coloquial, en un lenguaje como de andar por casa, la frase que dijo el monje en la charla.

Empecé a darme cuenta de que un “pequeño monje” dormía dentro de mí desde siempre sin que yo tuviera consciencia de ello. Desde mi llegada al monasterio “el pequeño monje” empezó a desperezarse, abrió suavemente los ojos… ¡se estaba despertando!. Y desde entonces me ha ido introduciendo en la comprensión de que los “valores-tesoros” de la vida monástica (oración, trabajo, estudio, lectio, sencillez de vida,  acogida, silencio, etc.) tienen un mensaje de esperanza para la vida de los laicos.

Efectivamente, “la llamada monástica, que no es más que el deseo profundo de unificar y simplificar el corazón sumado a la sed y la búsqueda de Dios, resuena en lo profundo de cada ser humano, aunque no todos estamos llamados a vivirla de la misma manera. Los laicos hemos de ir avanzando en la comprensión del mensaje de la vida monástica traducido para quienes vivimos la vida en el mundo exterior” (De la “Carta de Cofraternidad” de la Fraternidad de Laicos del monasterio de Sta. Mª de Huerta)

Si calan interiormente los valores de la vida monástica y como el caminante que inicia una nueva marcha echamos en nuestra mochila el equipaje indispensable: oración y meditación (lectio divina),silencio y soledad, trabajo y sencillezde vida, acogida, y contemplación  iremos viendo que hemos iniciado una nueva forma de caminar por el mundo, que nos lleva a vivir la vida de otra manera. No nos alejaremos del mundo porque vivimos en él  (ni siquiera los monjes están fuera del mundo) pero sí “nos haremos ajenos a la conducta del mundo”(RB 4,2). Nuestros valores y prioridades cambiarán y seremos semilla de cambio silencioso y pacífico en medio del mundo.

Graciñas Mari Paz…no camiño nos atoparemos!