Carmen-Ayland

Anoche, uniéndonos a la convocatoria del Papa Francisco para orar por la paz en Siria, en Oriente y en todo el mundo, celebramos unas Vísperas especiales. Hubo silencio, sobre todo, mientras escuchábamos el testimonio del padre de Aylan Kurdi, el canto de las bienaventuranzas del 33 Musical y la poesía-oración dedicada a Aylan, Galip y tantos niños sin nombre. Nos acompañaron nuestras hermanas Franciscanas misioneras que están de nuevo de retiro espiritual en nuestra casa. De entre ellas, Linda de Ángola nos compartió cómo ella con solo nueve años, vivió la guerra en su país y siendo tan pequeña todos los días tenía la esperanza de que aquello terminaría. También la hermana Ana de Venezuela, nos habló de la necesidad que hay en su tierra y de que, a diario, mueren más personas que en la guerra.

En el evangelio del día, Jesús nos hacía una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o condenarla? (Lc 6,9) Parece que en Europa, vivimos en un permanente sábado, que no nos permite salvar la vida de tantos inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra, de la pobreza y la injusticia.

Podría llamarse Carlos y ser mi sobrino. Aylan Kurdi, ese es su nombre, el niño sirio que se ha convertido en  el símbolo del drama de los refugiados. En el símbolo de otros muchos niños sin nombre…

Sobrevivió a las bombas y a la guerra, pero no al mar, ni a las barreras geográficas y legales, que separan un Medio Oriente en llamas, de Europa.

En esta oración por la Paz, ponemos voz al testimonio de su padre Abdulláh, quien pagó dos veces a las mafias para poder llevar a su familia a Grecia y huir de la guerra en Siria.

Tras comprobar que sus esfuerzos habían sido en vano, los Kurdi se subieron por su cuenta en una embarcación junto a otros inmigrantes y se echaron a la mar.  «Después de alejarnos unos 500 metros de la costa -dice Abdulláh-, empezó a entrar agua en el bote y se nos mojaron los pies. A medida que aumentaba el agua, cundía el pánico. Algunos se pusieron de pie y la embarcación de goma volcó. Yo sostenía a mi mujer de la mano. Mis hijos se resbalaron de entre mis manos. Todo el mundo gritaba en la oscuridad. Yo no lograba que mi esposa y mis hijos oyeran mi voz. Intenté nadar hasta la costa siguiendo las luces, pero no pude encontrar a mi mujer y a mis hijos. Una vez en tierra fui al hospital y ahí me enteré de la mala noticia»…

Aylan de 3 años, su hermano Galip, de cinco, y su madre, Rehan, de 35 habían muerto ahogados.

“Mis chicos eran los niños más hermosos del mundo, maravillosos. Me despiertan todas las mañanas para jugar. Ahora ya no están. Si se me dan ahora el mundo entero, ¿de qué me sirve? Ya no tengo ni mujer ni hijos».

altar aylandPara vosotros AYLAN, GALIP, y tantos niños sin nombre…

El viento rompe el silencio

de tus lágrimas,

ahogadas por las olas.

 

Ya no hay bombas que te asusten

ya no hay miedo en tu mirada,

solo olas que acarician tu cabecita mojada.

 

Dormido en cuna de arena,

el viento canta una nana

mientras tu sueñas que, vuelas y vuelas.

Navega libre mi niño,

por la ruta silenciosa de las estrellas,

que  entre luces te llevaran,

hacia el delicioso sueño

en el Señor de la Vida.