Estamos en el siglo XIII, en la ciudad natal de Lutero, Eisleben, solo que él aún no ha nacido. Lo que sí nace en los aledaños de Eisleben, es Helfta (1229), una comunidad de monjas benedictinas con marcado carisma cisterciense, influenciadas a su vez por los dominicos de la época. Con semejante mezcla de sabiduría, dicha comunidad gozará de una mística femenina basada en la experiencia y en la humanidad de Cristo.

De entre estas monjas de Helfta, la Iglesia celebró ayer -16 de Noviembre- a Sta Gertrudis y pasado mañana, 19 de Noviembre, a Sta Matilde de Hackeborn . Pero en realidad, ellas dos solo son el reflejo de una comunidad buscadora que halló su fuente de inspiración en la Escritura, Liturgia, la Regla de San Benito y los autores cistercienses del siglo anterior.

Su espiritualidad, plasmada en varias obras, va al ritmo de la vida interior,

Siempre he sentido que estabas (Cristo) presente cada vez que volvía a mi interior (Sta Gertrudis).

Pero este “sentir”, no tiene nada que ver con sentimentalismos románticos, pues si muchas veces la presencia del Señor va acompañada de manifestaciones sensibles o afectivas, otras no se le ve. Entonces el Señor responde a esa invisibilidad

Por la demasiada visibilidad que estorba la visibilidad clara de los amigos, por ejemplo, como es costumbre en el abrazo o en el beso, que se privan del goce de la vista.

Influenciadas por la gran personalidad de Matilde de Magdeburgo –beguina que ingresará en Helfta en 1271-, la experiencia de la “supletio”, impregnará la teología de Helfta. Cristo,  en su inmensa misericordia, suple la fragilidad humana y nos une a Él con pureza de corazón. La acción de la Gracia, está siempre presente y practican un ascetismo positivo, encaminado a la unión íntima con Cristo. Nada de sufrimiento para alcanzar la salvación, ni asomo de un Dios justiciero, todo lo contrario, la ternura divina.

Ahora nos toca a la Iglesia de hoy, hombres y mujeres, rescatar esta cristología femenina tan liberadora y vital.