DavidGreg Boyle es un jesuita norteamericano que trabaja en el barrio más conflictivo de los Ángeles. Además de atender su parroquia, dirige la institución «Homeboy Industries» cuyo objetivo es ofrecer un futuro a chicos y chicas pertenecientes a bandas criminales. También es autor de un libro: «Tatoos on the heart» (tatuajes en el corazón, el poder de la compasión sin límites).

Desde hacía tiempo, sus feligreses se venían quejando del hedor en la iglesia. El Padre Greg, cada noche, abría el templo para acoger a cientos de «sin techo». Por las mañanas, los voluntarios se afanaban en dejarlo todo limpio pero, aún así, no conseguían hacer desaparecer los malos olores.

En la misa del domingo, el Padre Greg vio que había llegado el momento de poner la cuestión sobre el tapete y en medio de la homilía, preguntó:

¿A qué os parece que huele la iglesia?

Todo el mundo se quedó cortado y nadie dijo nada, hasta que después de un tiempo, una mujer espetó:

¡Huele a pies!

Y entonces se produjo una batería de preguntas y respuestas entre el Padre y la feligresía:

Padre Greg – ¿Y por qué creéis que huele a pies?

Feligreses – Porque aquí duermen muchos «sin techo» cada noche

Padre Greg – ¿Y por qué dejamos que suceda algo así?

Feligreses – Porque nos hemos comprometido a ello

Padre Greg- ¿Y a quién se le ocurriría comprometerse a algo así?

Feligreses – ¡A Jesús!

Padre Greg – Entonces ¿a qué huele la iglesia ahora?

Feligreses – ¡Huele a compromiso! (muchas sonrisas y carcajadas de alivio) ¡Huele a rosas!

Hoy el evangelio nos dice que acudió a Jesús mucha gente «llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies y el los curaba».

¿A qué huele el Evangelio? ¡A compromiso!…a tu perfume favorito.

Greg no es el de la foto. El de la foto se llama David. David en Armenteira y con aroma a campo.