familia

Una dama adinerada le contó a Ramana Maharshi, “He sido bendecida con todo lo que a un ser humano le gustaría tener”. Su voz se entrecortó. Recuperándose continuó lentamente, “Tengo todo lo que quiero, todo lo que un ser humano pueda desear… pero… pero… no tengo la paz de espíritu. Algo me lo impide. Probablemente sea mi destino.” Hubo un momento de silencio. Entonces el habló como habitualmente lo hacía: “De acuerdo, usted ha dicho lo que quería decir. Bien, ¿qué es el destino? No hay destino. Entréguese, y todo estará bien. Arroje toda la responsabilidad sobre Dios y no cargue usted sola con todo el peso. ¿Qué puede hacer entonces el destino por usted?”

Ramana: Si, la entrega total es imposible. Pero la entrega parcial es ciertamente posible para todos. Y esto a su debido tiempo nos llevará a la entrega total. Bien, si la entrega es imposible, ¿qué se puede hacer? No hay paz de espíritu. Usted es incapaz de generarla. Solo puede obtenerse a través de la entrega.

Dama: La estrega parcial – bien, ¿puede deshacer el destino?

Ramana: Oh sí, puede.

Dama: ¿No es el destino debido al karma pasado?

Ramana: Si uno se entrega a Dios, Dios lo revisará.

Dama: Siendo una concesión de Dios, ¿cómo puede Dios deshacerlo?

Ramana: Todos estamos únicamente en Él.

Se acaba el verano, vuelta a la rutina, trabajo, búsqueda de empleo, retos o derrotas…¿se termina en algún momento este devenir del que hablaban los filósofos de la Antigüedad? ¿Este ciclo en el que quedamos atrapados? ¿Esta sensación de que nos falta algo, de que casi nunca podemos encontrar la paz?

Ramana Maharshi es un sabio de la India. Sus palabras son recias. Se arraiga en el terreno de la confianza infinita. La entrega nos trae la paz. Jesús también dijo: «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos«. La entrega, dar la vida, vivir en obertura permanente en cada instante…rompe el ciclo del devenir, fractura el cascarón de pensamientos, emociones, reacciones, con las que nos hemos identificado. Nos devuelve la frescura de existir.

María, Iñaki y la pequeña Leire vinieron al Monasterio y después disfrutaron de una breve estancia en Madrid. Fueron al Retiro, dieron de comer a los patos, se protegieron del sol y sonrieron. Saben que la entrega es posible.