Mari Angeles rampante

 

Hoy celebramos la festividad de Nuestro Padre San Benito. Monje del siglo VI, patrón de Europa, que escribió una Regla para la vida monástica basándose en el evangelio y en la experiencia. Nuestra Orden del Císter vive según esta Regla y ya en la primera Constitución cisterciense dice que “los Fundadores del Císter dieron a esta tradición –la Regla de San Benito- una forma peculiar”

¿Qué significa una “forma peculiar”? Pues que los primeros cistercienses, vivieron la espiritualidad benedictina con notable libertad, adaptándola a las necesidades y anhelos de su tiempo.

Cuenta un apotegma que

El discípulo le preguntó al maestro: ¿Qué tengo que hacer para conocer a Dios? El maestro le respondió: ¿puedes hacer algo para que cada día salga el sol?No, -contestó-, y continuó el discípulo: entonces, ¿para que valen todas las prácticas espirituales que me estás enseñando? El maestro le dijo: cierto, no puedes hacer nada para que salga el sol, pero puedes estar despierto para no perderte el amanecer.

San Benito, al final de su vida, pudo contemplar el mundo condensando en un rayo de sol. Es la manera que el Papa San Gregorio Magno tiene de contarnos que el patriarca de Occidente tuvo una experiencia mística, una experiencia que hoy llamaríamos de no-dualidad. San Benito vivió bien despierto y ello nos reta a seguir buscando esa “forma peculiar” de vida para el monacato en el siglo XXI, para ver cada nuevo amanecer…, aunque tengamos que ser un poco rampantes.