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En cierta ocasión un monje se preguntaba muy sabiamente, y nos dirigía la misma pregunta que él se hacía a un grupo de laicos y laicas cistercienses: “¿Cómo es posible vivir el carisma cisterciense en el mundo? Si difícil es dentro del monasterio… ¿cómo vivirlo fuera del entorno monástico?” Imagino que esta pregunta se la hacen todos los monjes y monjas cuando ven llegar a los laicos a los monasterios. Es una pregunta esencial.

Sí, hermano, sí… es difícil, muy difícil, pero sólo si nos dejamos llevar por la alucinación de que únicamente nuestras fuerzas son las que tenemos para vivir ese carisma. Nosotros cargamos con la dificultad, pero como para Dios no hay nada imposible, confiemos y no pongamos obstáculos a su gracia.

La cuestión es complicada en la vida ordinaria de trabajos, quehaceres familiares, falta de tiempo, problemas de economía, educación de hijos, atención a nietos, hemos de integrar el crecimiento espiritual a través de silencio, la oración, la lectio, la conversión de vida, la soledad, la atención a quienes necesitan nuestra ayuda, etc. En la vida extraordinaria, es decir, en las vacaciones, por ejemplo, la cosa es como rizar el rizo, cuando te vas por ahí con la familia: hijos, nietos, amigos… y sin embargo, Dios está ahí, tanto en lo ordinario como en lo extraordinario. Si Él puede, nosotros podemos con Él, porque “lo divino y lo humano van de la mano” (esto me lo dijo un abad y me lo tomo muy en serio, al pie de la letra).

Mira la foto que está ahí arriba. ¿Crees que este rincón en un jardín puede ser espacio para la oración mañanera? Sí, delicioso: la hamaca, el Diurnal y el pequeño libro de evangelios como equipaje. Leo en este último: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”(Mt 10,7-15). Rumio el versículo, escucho el sonido de las hojas de la palmera y me llega la brisa atenuada por el rechoncho árbol a mi derecha. “Gratis, dad gratis”, resuena por dentro una y otra vez… “Sí, tengo que dar gratis, lo que gratis he recibido”.

Se abre la puerta del jardín y aparecen dos “personajes” de 6 años, uno, y de 16 meses, el otro junto a su papá (mi hijo): “Abuelaaaa… ¿te vienes a la playa?”. Parece que el momento de dar gratis lo que gratis he recibido, es decir, mi tiempo, había llegado.

“Veremos dónde pueden ser las Vísperas”, pensé mientras me ponía de pie y recibía abrazos. El Diurnal quedó reposando en la hamaca y la rumia siguió de paseo por la playa mientras disfrutaba con mi familia.

No necesité Diurnal ni hamaca para las Vísperas de ese día, porque esta vez iban a ser una Vísperas comunitarias, no familiarmente, sino en formato monástico con las hermanas del Monasterio de Armenteira. El regalo fue doble pues esa gracia que decía más arriba, llegó a través de San Benito.

Armenteira

Cuando estoy de vacaciones a veces no sé en qué día concreto vivo y, aunque a San Benito le tengo bien presente el 11 de julio, cuando llegué a Armenteira no sabía que era el previo y que las vísperas eran Primeras Vísperas de la Fiesta del monje más famoso de todos los monjes, al que admiro, respeto y tanto me enseña.

Así que una laica cisterciense en Galicia, celebrando a San Beito, como dicen por allí, en la capilla de un monasterio cisterciense con una comunidad de monjas –“hermanas-hermanísimas-, no podía ser más que un buen regalo caído del cielo.

Es difícil, sí, hno. monje, aquí afuera hay que abrir bien los ojos (del corazón, naturalmente) para no perderse; atender en permanente escucha lo que Dios quiere para las laicas y laicos cistercienses que hemos de hacernos “ajenos a la conducta del mundo” (RB 4,20) en medio del mundo de todos los días y en el de las vacaciones; y silenciosamente, en la mayoría de los casos, dejarse hacer como pequeñas bolas de polen de ese carisma para que pueda calar hasta en los más pequeños.

Finalizadas las vacaciones, ya en casa, recibo la llamada de mi nieto de 6 años. Van camino de Pirineos por la A-2 y me dice: “Abuela, hemos pasado por Huerta… he visto el monasterio”.     

Todo esto  lo vivió Mari Paz y lo escribió para la revista monástica Fraternum y…para nuestro blog!