El Adviento es el tiempo litúrgico que en un suave movimiento de amor nos lleva hacia lo más profundo de nuestro Anhelo, que es Cristo. Así de humano y divino lo relata el cardenal John Henry Newman –pastor anglicano convertido al catolicismo-,    en su Sermón 22, del 3 de Diciembre de 1837 (justamente  hoy hace 180 años¡¡ )

Debemos no solo creer, sino velar; no solo amar, sino velar; no solo obedecer, sino velar. ¿Por qué debemos velar? El motivo de esta vela es el gran acontecimiento de la venida de Cristo…

¿Qué es velar?

Yo creo que podemos explicarlo así… ¿Sabéis lo que es tener un amigo lejos, esperar sus noticias y preguntarnos día tras día lo que hará en este momento y si estará con buena salud?¿Sabéis lo que es vivir para alguien que está cerca de vosotros hasta el punto de que vuestros ojos siguen a los suyos, de que leéis en su alma, de que percibís todos los cambios de su fisonomía, de que conocéis de antemano sus deseos, de que sonreís con su sonrisa y os entristecéis con su tristeza, de que estáis abatidos cuando ha sufrido algún contratiempo y os alegráis con sus éxitos? Velar esperando a Cristo es un sentimiento que se parece a estos.

Pero velar no es solo un sentimiento, sino una actitud vital que cultiva la esperanza, como fuerza que nos impulsa a no decaer y nos da la confianza absoluta de que aquello que anhelamos, sucederá. El Adviento es el espacio propicio para descubrir esa esperanza pues

La esperanza no es una especie de consolación mientras esperamos días mejores. Tampoco es expectación ante lo que vendrá. Esperar no significa proyectarse en un futuro hipotético, sino saber captar lo invisible en lo visible, lo inaudible en lo audible, etc . Descubrir una dimensión diferente dentro y más allá de esta realidad concreta que nos ha sido dada como presente. (José Tolentino Mendoça)

…Y de esperar saben nuestros amigos, el burrito y el “cabaliño” de la granja de Valboa (Armenteira), que están ya preparados para participar en el belén.