A las 16,30 h empezamos el curso con Merton. Así anunciaba proféticamente Ana, nuestra superiora, que íbamos a disfrutar de la sabiduría de Thomas Merton y de su espíritu, a través de nuestro amigo y sabio profesor, Ramón Cao Martínez. Ramón, tiene el don de hacerse transparente, dejarse traspasar por la persona de Tom y comunicarnos las reflexiones del monje de Getsemaní – en esta ocasión sobre la muerte-, iluminadas por su amplio saber literario y su exquisito conocimiento de la trayectoria vital del trapense.
Aparentemente, el tema es un poco tétrico, pero solo en apariencia, pues compartir comunitariamente sobre la muerte, nos ayuda a vivir. Así de simple y real, en un solo verso nos lo sintetiza el poeta y maestro zen, Rafael Redondo
No te mueras sin vivir, no vivas sin morir
Para Tom, como cordialmente llama Ramón Cao a Merton, la muerte no viene de fuera, no es un acto pasivo, sino un acto de plena consciencia y analiza lúcidamente que significa que sea el “fin de la vida”, no entendido éste como terminación, ruptura o acabamiento de la existencia, sino como su meta u objetivo. Así termina el ensayo del cisterciense que comentamos sobre la muerte
La muerte conduce a la vida a su meta. Pero la meta no es la muerte, la meta es la vida perfecta.
El biófilo -amante de la vida- maestro Ramón contaba con una alumna aventajada, su mujer Teresa, que también participó como una hermana más en las jornadas. Y el dorado de las hojas, en esta semana tan mertoniana, vino acompañado por nuestras amigas de Madrid –Mercedes, Mª Carmen y Dorita-, que también en su transparente presencia, nos ayudaron a envolver jabón, participaron en la liturgia y disfrutaron de sus acostumbrados paseos otoñales por la ruta de los molinos.
Los pasajes evangélicos de estos últimos días del año litúrgico, con su tono apocalíptico, el campanario tocando a muerto alguna tarde y, la lluvia y la niebla envolviendo la piedra del monasterio, crearon una atmósfera apropiada, solo nos faltó que se apareciera la “Santa Compaña”, que algunas noches deambula por el cenobio.
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