Trinidad

 

En las iglesias de las abadías cistercienses, el ábside está iluminado por tres ventanas, que simbolizan la Trinidad. Aunque en muchas ocasiones, dicho espacio sagrado está oculto tras baldaquinos o retablos pertenecientes a épocas posteriores, la finalidad arquitectónica  del Císter, era dotar a la iglesia del monasterio de la desnudez de la piedra. Desnudez que lejos de significar frialdad o sequía, nos lleva a percibir al Absoluto y a dejarnos invadir por la Luz trinitaria (ver foto del monasterio de Tulebras en el penúltimo post).

Evagrio Póntico (s IV) es el primer anacoreta que sistematizó la espiritualidad monástica  del desierto de Egipto. Sus obras son auténticos tratados de psicología práctica, de vida ascética y de oración.

Ve, vende cuanto posees y dalo a los pobres; y, tomando tu cruz, niégate a ti mismo para que puedas orar sin distracción.

Aunque nombra a la Santa Trinidad en sus escritos, profundizando en ellos, nos damos cuenta de que no tiene nada que ver con la teología trinitaria, pues en este tiempo el dogma aún está en sus comienzos. Para Evagrio, el aprendizaje hasta llegar a orar sin distracción supone todo un entrenamiento para desenmascarar pensamientos y sentimientos  –los “logismoi”-, y un camino de despojo, hasta alcanzar así una mente pura, una mente desnuda –como la piedra desnuda-, que es la única capaz de la contemplación o conocimiento del misterio Uno y Trino

Cuando las personas hayan llegado a la contemplación de lo que no está dividido, también estarán sin división.

Hildegarda de Bingen, también nos aporta su sabiduría a través de su visión de la Trinidad, en la que el Espíritu Santo  -el círculo exterior azul, como suave fuego rutilante-, envuelve al Padre –círculo dorado o luz esplendorosa-, y al Hijo –figura humana engendrada en el Padre y que representa la encarnación de Jesús-. Después. alegóricamente, habla de las tres fuerzas que hay en una piedra: húmedo vigor, consistencia tangible y fuego rutilante; que representan a las tres personas de la Trinidad respectivamente, para finalizar

Así como estas tres fuerzas se hallan en una sola piedra, la Trinidad verdadera está en la Unidad verdadera (Scivias II, 2)