Hace dos días tuvimos la suerte de poder escuchar en comunidad, a la religiosa del Sagrado Corazón, Dolores Aleixandre y gozar de su estima tierna y viva por las Escrituras. Y ello nos lleva a que hoy, en el día de San Bernardo, no se puede hablar de él, sin mencionar la Palabra de Dios, fuente de su inspiración.
Como el mismo Abad de Claraval dice, «hablamos con palabras, pero la Palabra no habla». Esta sentencia suya nos invita a entrar en el secreto del silencio que es donde podemos oír la voz de Dios, sin palabras, sin sonidos.
En la práctica monacal de la lectio, lo que se trata, es de contactar con esa voz del Padre que se nos da a través de la Biblia. La lectio se ejercita todos los días, entre el naranja y el violeta del amanecer, cuando todavía es noche y va despuntando el sol que nace de lo alto, que es Cristo. La intimidad entre la Escritura y la monja llega a su culmen en el silencio de la mañana, con el trino de los pájaros, el sonido de la lluvia y el canto madrugador del gallo; por la ventana entra el aire fresco de un nuevo día preñado de vida y bendición.
El contacto asiduo –y esto es lo importante, la asiduidad-, con la Palabra, nos guía, en y con Jesús, a ese lugar dentro de cada una de nosotras, donde resuena su Presencia.
Hay en la persona, en lo profundo de su corazón, alguna palabra sin voz, sin sílabas, sin forma alguna. (Guillermo de Saint- Thierry)
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