Mañana, la familia benedictina y cisterciense estamos de enhorabuena por la celebración de la Solemnidad de San Benito. Si quieres sumergirte en la sabiduría monástica de este Patrón de Europa, te recordamos la convocatoria de una experiencia monástica de tres días (del 21 al 23 de julio) con nosotras.

El hagiógrafo suizo Walter Nigg, en el siglo pasado, fue uno de los primeros en evitar las descripciones dulzonas y abrirnos el camino hacia la compresión de la verdadera naturaleza de los santos. En su libro «La esperanza de los santos», escribe

Ya cercano a la muerte, San Benito se incorporó del lecho de su enfermedad y se mantuvo de pie ayudado por sus discípulos, porque ya las fuerzas le abandonaban. En pie, como los orantes, con las manos alzadas hacia el cielo, y en medio de oraciones exhaló  el santo su último aliento, el año 550.

Morir de pie es sumamente raro y por eso causa tanta impresión ¿Qué quiere decirnos con ello San Benito? Pensaba sin duda en la vigilancia que debe mantener la persona hasta el postrer instante.

Nos viene a la memoria el pasaje del Éxodo en el cual Moisés alzando los brazos, invocando a Yaveh, hacía que los israelitas ganasen la batalla contra los amalecitas, y si los bajaba, perdían. Como se cansaba, Aarón y Jur, le sostenían los brazos, uno a cada lado y así  “sostuvo los brazos en alto hasta la puesta del sol” (Ex 17,12), hasta que derrotando a sus enemigos.

En el monacato medieval, era muy frecuente la semejanza entre Moisés y San Benito, pues la fiesta del patriarca de Occidente, caía normalmente durante la Cuaresma, tiempo litúrgico en el que las lecturas hablan de Moisés. Así, el abad cisterciense del s XII, Guerrico de Igny, comenta que ambos patriarcas fueron legisladores, sin embargo

Moisés, por la dureza de corazón de los israelitas les dio unas leyes; y San Benito, solo ha dado la pureza evangélica y una norma de vida muy simple; (…) escribió una regla perfecta de vida, diáfana en la expresión, notable por la discreción. (Sermón 4 en la Festividad de San Benito)

En los Sermones sobre el Cantar de los Cantares, San Bernardo habla del encorvamiento de la persona, porque vive desconectada de sí misma. Hemos sido creadas a imagen y semejanza de Dios, pero nos hemos ido a vivir a la región de la desemejanza por el mal y el pecado. Pero la persona encorvada –no solo por fuera, sino también por dentro-, está llamada a convertirse en un ser erguido, que camina entre el cielo y la tierra. Es decir, a recuperar su unidad, teniendo en  Cristo el modelo y la gracia para este dinamismo de transformación radical.

Aunque Dios le dio al ser humano un cuerpo que se mantiene erguido, esta rectitud corporal de la persona, en su constitución exterior y de una materia más vil, quizás sea para advertirle que, como hecho a imagen de Dios, debe mantener su espíritu erguido en rectitud (…) ¿Habrá deformidad mayor que llevar un alma encorvada dentro de un cuerpo bien erguido? (quam curvum recto corpore genere animum)

Ya sabes a caminar con rectitud, con la verticalidad del poste de la foto en donde puedes descubrir, si miras con atención, al pajarito de San Ero.