Este domingo para toda la Orden del Císter tiene un sabor muy original, o sea que nos remite a nuestros orígenes, pues celebramos a Nuestros Padres Fundadores: Roberto, Alberico y Esteban. Estos tres monjes -los dos primeros franceses y el tercero inglés-, vivían según la Regla de San Benito, en el monasterio de Molesmes (Francia), el cual pertenecía a Cluny.

La organización de toda la Orden cluniacense era de tipo vertical y muy centralizada en la abadía de Cluny. Nuestros Padres Cistercienses, al fundar el Nuevo Monasterio o sea Císter (1098), querían vivir más que la letra de la Regla de San Benito, su espíritu y así surgió la Orden Cisterciense, fundamentada en la conformación con Cristo, a través de una pobreza  fecunda, un estilo de vida basado en la simplicidad, la soledad y el silencio.

Cuando la Orden del Císter fue creciendo, su organización ya no fue jerárquica, sino colegial y la red de monasterios cistercienses que llenaron Europa durante el siglo XII, estuvieron vinculados entre sí jurídicamente, de forma que había una interdependencia entre ellos, basada en el mutuo amor. La iniciativa de este desarrollo legal de las relaciones entre los monasterios -que a su vez tiene su fundamento en la unidad y el respeto-, se la debemos al abad Esteban Harding, el tercero de los fundadores, y a su sentido práctico. Esteban es conocido como amante de la Regla y el lugar.

Con Alberico, el segundo fundador, el proyecto del Nuevo Monasterio se fue consolidando y se le conoce como el amante de la Regla y los hermanos. Fue un celoso defensor de la “pobreza fecunda” -que comentamos anteriormente- y que hunde sus raíces en el trabajo realizado por los propios monjes, sin depender de los bienes que los nobles pudiesen regalar al monasterio. Vivían pobremente, pero esa pobreza fecundaba su existencia, pues les aseguraba el silencio y la soledad. Ya no dependían del exterior como las casas de Cluny cuya economía estaba basada en la llamada economía de regalo, sino que los  cistercienses inauguran la economía de beneficio, produciendo sus propias rentas.

Y en los inicios de todo, el abad Roberto, que tras varios intentos de fundar algo nuevo desde su abadía de Molesmes – de donde era abad-,  funda el Nuevo Monasterio con sus compañeros Alberico y Esteban y 21 monjes más, haciendo realidad ese espíritu de renovación del monacato que él llevaba tan dentro.

Qué este anhelo de la novedad de Cristo, inunde nuestras comunidades y a la Iglesia Universal.