Noche estrellada

Evangelio de la luz…de la cual tenemos experiencia porque hemos reconocido cuan densa puede ser la oscuridad. A la oscuridad, podemos, sin darnos cuenta, añadirle más oscuridad. Cuando dice “y la tiniebla no la recibió (a la luz)”. Inconscientemente podemos haber quedado atrapados por el impacto de la violencia, de la deslealtad, de la injusticia… ¿puede el ser humano acoger la luz en medio de la desolación?

Describe Nelson Mandela en su autobiografía las sensaciones que tuvo al afincarse en Johannesburgo “Caminar hasta casa por la noche era peligroso, ya que no había luces, y rompían el silencio chillidos, risas y disparos ocasionales. Era muy diferente de la oscuridad del Transkei, que parecía envolverle a uno en un abrazo de bienvenida”.

Para los medievales la oscuridad era el símbolo de nuestra condición humana. La misma Santa Teresa decía que la vida era una noche pasada en una mala posada. Sin embargo, la tiniebla de nuestra condición limitada puede traducirse en fuerza lumínica cuando aceptamos dichos contornos sin reducirnos a ellos. Si acojo mi propia oscuridad y dejo que me envuelva “en un abrazo de bienvenida” estaré en disposición de recibir la luz. Esa inconfundible luz por la que exclamaba San Bernardo: ¡qué luz más agradable nos ha visitado en las tinieblas, nacida de lo alto!