ana y mari angeles

A veces la soledad nos asalta, sin previo aviso, y no sabemos cómo manejarla y ella nos maneja a nosotros. Lo cuenta muy bien James Finley

Una lechuza sentada en soledad en el bosque, en medio de la noche, no está sola. La lechuza es el bosque. La negrura de la noche es su madre. Limpia su plumaje si necesidad de que nadie la observe o comente su belleza solitaria. Pero una persona sola en el bosque, cuando es de noche, está realmente sola. El manto de la noche no es su madre sino un espejo de su propia soledad, una vastedad desconocida de vacío que por un lado habita en su interior y ante la que, por otro lado, se encuentra como una persona extraña asustada.

De soledad y de desierto también sabía un rato S. Juan Bautista que dejó su vida predestinada a ser sacerdote del Templo -su padre Zacarías pertenecía a la casta sacerdotal judía y por tanto él también (Lc 1, 57-66) -, para ser la voz y el silencio del que venía detrás de él, Jesús. No sin temor, el Bautista rompió los esquemas prederteminados y se lanzó a desarrollar su potencialidad de crecimiento al máximo, (Lc 1, 80) anunciando la novedad de Jesús. Seguro que en algún momento, en su interior, escuchó algo parecido  a lo que nos relata T. Merton

 Quizá soy más fuerte de lo que pienso.

Quizás hasta tengo miedo de mi fuerza y la dirijo contra mí mismo, haciéndome así débil. Haciéndome seguro. Haciéndome culpable.

Quizá de lo que tengo más miedo es de la fuerza de Dios en mí. Quizá preferiría ser culpable y débil en mí mismo antes que fuerte en Aquel a quien no puedo entender.

El 24 de Junio, el día de S. Juan Bautista, celebramos el 26 aniversario de la comunidad y comenzamos por la mañanita rezando Laudes entre mosquitos picajosos, el trino de los pájaros y el verde gallego.Lo contrario a la noche y el desierto, pero todo muy nutritivo para ir experimentando la fuerza de Aquel a quien no podemos entender y… la soledad de la lechuza.