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A sólo una semana de la celebración del día de Navidad, cuando en la liturgia los evangelios apuntan a la venida del Señor en la historia y las antífonas “Oh” del Magníficat -¡Oh Sabiduría!, ¡Oh llave de David!, etc…-, cantan el asombro ante este misterio, el jesuita y teólogo alemán Karl Rahner, nos invita a entrar en el silencio

Aguanta un rato a solas contigo mismo. Quizás tengas, a pesar de todo, un cuarto donde puedas estar solo. O conozcas un camino solitario, una iglesia silenciosa. Ahora no hables ya,no hables contigo siquiera, ni con esos otros con los que disputamos y nos peleamos aunque no estén presentes. Aguarda. Escucha. Y no guardes ese silencio para hablar después de él.

A este silencio, Rahner lo denomina “el seno de la silenciosa infinitud”, infinitud que podemos experimentar como un vacío amenazante, una lejanía sin nombre, que sin embargo lo traspasa todo y que penetra en nuestro interior sin pedirnos permiso. Es el espacio donde se da  también la contemplación, el anhelo de Dios y la acogida de todo lo humano –temores y amores, carencias y caricias, hastío y alegría-, que somos. Como no se puede nombrar, se le ocurre llamarle “ello” en su artículo «Sobre la teología de la celebración de la Navidad»

        Hay que fijar la mirada en lo invisible y dejar hablar en el silencio a lo que calla. Haz eso. Y sé al mismo tiempo prudente. No lo llames Dios. Tampoco busques gozar de ello como si fuese un fragmento de ti. “Ello” es lo que remite mudamente hacia Dios, lo que en su absolutamente falta de nombre y de límites deja adivinar que Dios es lo definitivamente otro y no una cosa más añadida a aquellas con las que ya tenemos que habérnoslas. “Ello” remite a él. A través de ello nos permite él que presintamos su presencia, si callamos y no huimos de eso terrible que puebla el silencio (huimos aunque sea el árbol de Navidad, o velozmente hacia conceptos religiosos más tangibles… que pueden matar la religión)

Que estas sabias y profundas reflexiones nos ayuden a celebrar este año el misterio de la Encarnación

En la experiencia de la soledad, la Navidad te dice: confía en la proximidad, no está vacía; piérdete y encontrarás, regala y te harás rico

O… pasea por el bosque del monasterio y te sorprenderá el colorido del acebo.