manzanas

 

Hoy celebramos la Fiesta de la Transfiguración del Señor. No se trata de un espectáculo de luz y sonido, como dice Fray Marcos, sino de una experiencia muy honda, en la que nuestro interior se metamorfosea. El original griego del evangelio dice metamorfosis para nombrar la transfiguración. Sí, como la crisálida se convierte en mariposa, nuestro corazón va cambiando, pero no lo hace de repente, sino paulatinamente, hasta alcanzar lo Uno.

“Subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos”(Mc 9,2)

El maestro Eckhart, dominico y místico del s. XIII, comenta así este pasaje

El alma debe ser transfigurada e impresa en la imagen, y retornar a la imagen que es el Hijo de Dios (…) El fuego y el madero son uno, sin embargo, están lejos de la unidad. Sabor y color se hallan unidos en una manzana y están lejos de la unidad. La boca percibe el gusto y a ello el ojo no puede contribuir; el ojo percibe el color, de lo que la boca no sabe nada. El ojo quiere luz, pero el gusto permanece en la oscuridad. El alma no sabe más que de lo uno, está por encima de la imagen

¡ A saborear las manzanas¡, que este año la cosecha promete.