Recién, recién acabamos de terminar ayer, un fin de semana de Jornadas Monásticas, durante las cuales hemos podido compartir, monjas y “jóvenes”,  la intensa vida que se mueve en un monasterio cisterciense.

Detrás de las sonrisas de la foto, se pueden ver los alisos limpios de hiedra, la hierba cortada, la hojarasca barrida y un sinfín de actividades de limpieza que se realizaron para experimentar el trabajo manual, tan fundamental en la Regla de San Benito. Después de dejar el jardín de hospedería como el jardín del Edén, era merecido un descanso a través de un momento de oración silenciosa y de danza contemplativa. Arreglar este entorno exterior de una manera consciente, nos ayuda, sin apenas darnos cuenta,a una limpieza de nuestro jardín interior, de todo el ruido que llevamos dentro.

 

 

La herramienta, también necesita su espacio de reposo.

 

 

 

De esta forma el adagio benedictino del “ora et labora”, se vivió al completo, alternando tareas en contacto con la Naturaleza con la oración litúrgica y  también con algunas charlas, impartidas por las hermanas, sobre lectio divina, valores monásticos, salmos y liturgia.

 

 

 

Se creó un clima de profundidad en el grupo, debido a la sed de Dios que traían los participantes y a la comunicación vital que se dio entre nosotros, ya que en estos casos, las conversaciones superficiales, no brotan.

 

 

Ayer, domingo, terminamos con una  evaluación llena de calor y de color, de estos tres días que, parecieron muchos más por la novedad de lo vivido y la apertura de corazones. Ya se sabe, lo de San Ero no es leyenda, es realidad, aquí el tiempo se para y entramos en la eternidad de Dios.

¡¡ GRACIAS !!