En el último dibujo que realizó Hildegarda de Bingen aparecen las figuras de la Sabiduría y la Caridad. Hace pocos días, el nueve del noveno mes de este año 2019 (juguemos con las cifras: 9-9- 2019), se celebró el noveno centenario de la Carta de Caridad, documento fontanal de la Orden del Císter. La conmemoración tuvo lugar en el Real Monasterio de las Huelgas (Burgos) y nuestra comunidad contribuyó al evento con un “cordial” jabón de glicerina.

Pero volvamos a Hildegarda, cuya memoria recuerda hoy la Iglesia litúrgicamente. Ella también jugaba con las cifras y descifraba  el mensaje que Dios nos envía a través de la Creación, de la Sagrada Escritura, de los sonidos y las imágenes.

Tres monasterios fueron importantes en su vida. El primero el cenobio benedictino  de Disibodenberg, de raíces celtas, pues fue fundado en el s VII por monjes irlandeses, donde ella entró de niña; el segundo, el que ella misma fundó a orillas del Rhin, Ruperstberg, algo atípico en la época, que una monja fundase su propia comunidad femenina  ; y el tercero, el monasterio de Eibingen, también fundado por ella y que visitaba dos veces a la semana cruzando el Rhin en barca.

Podemos citar también tres personas nucleares en su biografía. En primer lugar, Jutta, su maestra en Disibodenberg, que aunque pasa desapercibida, instruyó a la niña Hildegarda en el carisma benedictino y supo ver y potenciar en ella todas sus cualidades  intelectuales, artísticas y espirituales. La discípula con el tiempo se convierte en maestra e Hilegarda volcará toda su experiencia y afecto en  Richardis. La muerte prematura de esta su discípula predilecta, llevará a Hildegarda a pasar por un duelo sanador. Lo mismo que la pérdida de su primer secretario, Volmar, y tercera persona importante en su vida. Habían compartido cuarenta años de trabajo en común y confidencias. También tuvo que elaborar la pérdida de este monje y amigo.

Para terminar, aunque sus escritos fueron muy abundantes y variados, son tres los libros visionarios, basados estos tres en la estructura “visión-audición”, según la cual, la profetisa del Rhin, tenía una visión – que plasmaba en una imagen-, acompañada de una voz divina. Después,  va desgranando esa audición y enriqueciéndola con la Palabra de Dios y sus  propias reflexiones teológicas.. El primero de los libros se titula “Scivias”, y lo escribió en Disibodenberg y los otros dos – “El libro de los méritos de la vida” y “El libro de las obras divinas”-, los redactó en el monasterio fundado por ella y contribuyeron al florecimiento vital y litúrgico de la nueva comunidad de monjas.

En la actualidad, la fe y el dinamismo de Hildegarda, siguen vivos en cada una de nosotras y  nos  acompaña todos los días, entre potingues, con su amor a la Naturaleza y su deseo de  sanación, haciendo un refrescante jabón verde con forma de corazón…