«He visto el límite de todo lo perfecto», reza el salmo 118 y es lo que puede exclamar el corazón después de terminar la lectura del libro Resucitar del escritor francés Christian Bobin. No se trata de un texto fácil, al contrario, hay que raer la cáscara de la nuez, que al principio se hace un poco dura, para después degustar la dulzura del fruto. Su escritura es incatalogable, pues Bobin es capaz de mirar más allá de lo que se ve en cada una de las realidades cotidianas y contarlo como si de un milagro se tratara. Y es que precisamente esa es la resurrección –no volver a la vida, sino  abrirse a la Gracia invisible que late en cada realidad visible-.

Es un libro lleno de belleza, no solo por su estilo de sentencias o relatos cortos en tono poético, sino porque describe la maravilla de árboles, pájaros y personas de tal manera que el lector descubre la belleza que nos habita y que nos hace inmortales. Y le llama Dios.

Me enamoré de un petirrojo. Me miraba con insistencia, con sus pequeñas patas sólidamente plantadas en la rama de un árbol. Un Dios burlón brillaba en sus ojos, y parecía decirme: “¿Por qué intentas hacer algo con tu vida? Es bella cuando lo único que hace es alejarse, despreocupada de razones, de los proyectos y de las ideas”. No supe qué responderle.

El autor, no es un romántico, sino que a lo largo de toda su obra, denuncia la superficialidad y la mentira y acoge el dolor y la enfermedad con toda su crudeza, pero va más allá y se ejercita en percibir lo transcendente que se manifiesta a cada momento.

Las hojas caídas del tilo se ovillan lo mismo que el corazón se abraza al recuero de lo que ha perdido.

Este pequeño libro, habitado de pequeños fragmentos, no se puede leer de un tirón,  es para saborear poco a poco, como se degustan una a una las pastillas de un buen chocolate. Nos acercaremos a él no a partir de conceptos, ni de sentimientos, sino desde la línea de la mística  desde donde ha sido dibujado.

Mi mesa de trabajo está frente al abedul y el abedul está frente a Dios. Intento colocar mis palabras en esa línea que dibujan los tres.