familia1

Decía Sócrates que una vida no examinada no merecía ser vivida…una vida que no es consciente de sí misma es como una vida perdida, aparente, superficial…

Los griegos de la Antigüedad se acercaban temerosos a escuchar el oráculo de los dioses en el Templo de Delfos pero la más aguda respuesta a sus preguntas la recibían antes de entrar en él…en su frontispicio, ese «conócete a ti mismo» seguramente provocó que más de uno se volviera a su casa y empezara a examinarse a si mismo, a preguntarse, a observarse, a ir más allá de lo conocido.

Nosotras estos días hemos recibido la visita del Abad General de la Orden de Císter (Estrecha Observancia), Dom Eamon Fitzgerald…no es que esto sea equivalente a acercarse al Templo de Delfos buscando algunas respuestas vitales pero su presencia sí nos ha acentuado la necesidad de que nosotras mismas nos interroguemos sobre algunos aspectos de nuestra vida que están bajo una mayor oscuridad…o quizás incluso, que aún se encuentran eclipsados.

Y en la espiritualidad cisterciense, este conocerse íntimamente se liga al conocimiento de la verdad…lo que supone que la verdad no es obvia, que la Realidad, para que pueda ser vista, necesita ser esclarecida con los ojos del corazón. Dice San Bernardo:

Cuando haya encontrado la verdad en sí mismo, o mejor dicho, cuando se haya encontrado a si mismo en la verdad (…) entonces penetre el hombre más íntimamente en su corazón, para que la verdad quede enaltecida.

¿Y qué tenemos que hacer para llegar a ese conocimiento profundo, a esa verdad, qué hacer para que la Realidad como es emerja y pueda ser conocida, vista o «enaltecida»?

Nos responde Dhiravamsa:

Con el fin de entendernos a nosotros mismos o de renovar nuestra conciencia, no es necesario que leamos libros. El único trabajo a realizar es desarrollar una atención total hacia nosotros mismos y hacia lo que está pasando.

No parece muy difícil…aunque puede que resulte incómodo ¿no es más placentero fantasear? Sí pero ¿no prefieres Vivir?