01Eso cantaba el Dúo Dinámico con una buena carga de nostalgia pero en realidad no se trata del final del verano sino del PREM (Plan Regional de Estudios Monásticos) de este semestre. Han sido casi veinte días de formación y convivencia muy provechosos y felices.

Al volver a casa, podemos llevarnos las conmovedoras palabras que Benedicto XVI ha ido expresando en relación a la vida consagrada, a lo largo de su papado. En su carta apostólica Porta Fidei nos dice:

En la luz de Cristo, con los múltiples carismas de vida consagrada, vosotros cooperáis a la vida y a la misión de la Iglesia en el mundo. En este espíritu de reconocimiento y de comunión, desearía haceros tres invitaciones, a fin de que podáis entrar plenamente por la «puerta de la fe» que está siempre abierta para nosotros

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Os invito en primer lugar a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra vocación. Os exhorto por esto a hacer memoria, como en una peregrinación interior, del «primer amor» con el que el Señor Jesucristo caldeó vuestro corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama.

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Y para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración y en el apostolado; y así volver a despertar la voluntad y la alegría de compartir la vida, la obediencia de fe, la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor.

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A partir siempre de nuevo de este encuentro de amor, dejáis cada cosa para estar con Él y poneros como Él al servicio de Dios y de los hermanos

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En segundo lugar os invito a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad. En las alegrías y en las aflicciones del tiempo presente, cuando la dureza y el peso de la cruz se hacen notar, no dudéis de que los sufrimientos de Cristo son ya la victoria pascual. Precisamente en la limitación y en la debilidad humana estamos llamados a vivir la conformación a Cristo.

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Finalmente os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza, la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en busca de un Rostro, que a veces se manifiesta y a veces se vela.

7)

Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón: “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro” (Sl 26,2). Es el criterio fundamental que orienta vuestro camino, tanto en los pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes.

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No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz —como exhorta, san Pablo (cf. Rm 13, 11-14)—, permaneciendo despiertos y vigilantes.

Hay a quienes este género de vida les provoca una gran alegría, ganas de cantar…ganas de bailar! Y ahora…a vivir con entusiasmo hasta nuestro próximo encuentro en San Pedro de Cardeña.

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