La Tradición cuenta que como el temporal que se desencadenó aquella tarde era de impresión, Santa Escolástica y San Benito, allá por el siglo VI, se tuvieron que quedar juntos toda la noche, conversando de cosas espirituales. Una buena forma de atravesar la tempestad y la noche, siendo consoladas por las personas que nos quieren y ayudan. Pero a veces, esas personas o no están o no existen y la soledad es abrumadora. Y aunque tengamos amigas del alma, familia o hermanos y hermanas de comunidad, hay momentos en los que hemos sentido la orfandad  y la viudez en nuestro interior, incluso hemos creído que no teníamos fe.

Todo eso era muy cierto, pero no verdadero. Cristo es el camino, la verdad y la vida, y Alguien detrás de tanta oscuridad nos estaba esperando. Sí, el amor no pasa nunca (1Cor 13,8) como dice San Pablo, pero no solo no pasa, no muere, no sucumbe, sino que avanza y crece cada día más. Cada día más y mejor.

El amor de Santa Escolástica creció y creció hasta desatar la tormenta y obligar a su hermano San Benito a permanecer más tiempo con ella. Tú te tienes a ti misma las 24 horas del día y a Dios contigo. Sólo párate un momento, contempla la Naturaleza y ora en tu interior: “Señor y dueño de mi vida”. Las lágrimas no tardarán en brotar…