El 12 de Enero, día de San Elredo, día del Bautismo del Señor (como colofón de la Navidad) da el pistoletazo de salida mi noviciado. Pidiendo que mi vida sea una carrera de fondo, un peregrinar continuo a Dios, siendo Cristo, camino y meta.

Como lectura, escogí el pasaje del encuentro de Jesús y la samaritana (Jn 4, 5-15). Me identifico con esa mujer que se ve desbordada por el encuentro con Cristo y que le genera una sed de Él tal que la impulsa a emprender un nuevo camino en su vida.

A mi ese camino me trajo aquí, a Armenteira, donde hallé el pozo del que beber: el carisma cisterciense, la regla de san Benito y una comunidad; me sentí libre, viva, real y respiré, – ¡Esta es el agua, ésta es! – me dije.

Quiero gustar del “ora et labora”, donde la oración y trabajo se funden en un continuo en el que ya no se distinguen; en un ambiente de silencio, tan necesario, para que  dé lugar al encuentro y la escucha de lo que Dios quiera decir a esta samaritana. La «lectio» diaria y constante, siempre nueva, única y personal, es el momento íntimo en el que Jesús te habla a ti. Todo esto hace que mi vida esté siendo como ir navegando en barca, meciéndose con el zozobrar del océano, en silencio, escuchando el suave rumor del oleaje. Dejándote llevar por el viento del espíritu y teniendo como vela la Palabra.

Aprendiendo de la comunidad, cómo hacerlo, pues Cristo tampoco hizo el camino solo. La comunidad es la escuela de caridad (de la que habla San Benito) y las hermanas son maestras y compañeras de camino  en búsqueda.

Una vida tras los pasos de Cristo: pobre, humilde, mansa, orante, vigilante, desprendida, disponible, peregrina y siempre sedienta de Jesús ¡qué siempre tenga sed!

Ya ves, cargada de ilusiones, alegre y con las zapatillas puestas para empezar con buen paso esta nueva etapa.

Solo me sale terminar con un

¡Te bendigo Señor por salir a mi encuentro y te doy gracias por el don de la comunidad!