Sobraban las palabras y también el silencio, apenas había preguntas qué hacer y las respuestas se las llevaba el aire, porque lo que sí se podía percibir, era la presencia pura de D. José Manuel Domínguez y Dña. Pilar Prieto. Él es da “terra das Burgas” (Orense) y ella de Zaragoza; llevan casados 56 años y como ellos mismos dicen: unidos el Apóstol Santiago y la Virgen del Pilar.

Su matrimonio ha sido una peregrinación al corazón, alimentando la fe cada día con la eucaristía, la oración y la paciencia mutua. Una de las etapas más difíciles de su andadura fue cuando murió su hijo Pablo Domínguez, sacerdote y Decano  de la Facultad de Teología de San Dámaso (Madrid), mientras descendía el Moncayo, el 15 de febrero de 2009.  Aunque fue una cruz grande, sin embargo, sus rostros llenos de luz, nos transmiten el rostro del Resucitado. La herida no se cierra, pero ellos  hablan de que la presencia de su hijo, les ayuda a “mirar más para arriba”  y a que esa mirada sea más llena de felicidad, humildad y sencillez.

Están pasando unos días en la hospedería junto a su familia y mientras D. Jose Manuel goza con la expresividad de la salmodia –como él, que es pura expresividad-, Dña Pilar, con la autoridad y la sabiduría que le otorgan la profunda experiencia de casados,  dice a los jóvenes matrimonios, que vayan encajando las cosas durante toda la vida, pues cada época tiene lo suyo, pero si se tiene clara la meta –aunque los caminos sean distintos-, al final se puede compartir una sonrisa como la de ellos.

¡Gracias, José Manuel y Pilar, compartir un breve encuentro con vosotros ha sido la antesala del cielo!