corro1Dice Thomas Merton:

Lo realmente importante es que Dios está aquí y ahora y nos ama y habita dentro de nosotros y nosotros estamos llamados a tomar conciencia de ello.

Los cristianos estamos “celebrando” la Cuaresma. La naturaleza (que parece muerta), al igual que nosotras se está preparando para despertar a una Nueva Vida. Sin entrar en detalles y salvando las distancias, en ambos casos hay una transformación (de grano que cae en tierra y muere a planta, flor y fruto) y un nuevo nacer, una Resurrección, una nueva Vida que da vida.

Celebrar es siempre algo festivo y agradecido, porque nos trae al presente el Amor gratuito que hemos experimentado en un momento maravilloso y pleno de vida, donde sentimos y palpamos nuestro verdadero Ser. Alguien ha dado su vida, por mí, por ti y por cada persona.

Durante 40 días, tiempo que dura la Cuaresma, la celebración de la Liturgia nos va preparando y recordando, (a través de signos, de la Palabra de Dios y de nuestras prácticas), el Misterio Pascual vivido por Jesús. Es un misterio de amor que nos da Nueva Vida y esta se nos hace presente en la gracia que experimentamos. Y esa gracia trasciende los parámetros meramente morales procurándonos una conversión desde el Ser. Nuestra mirada se vuelve a aquel en quien vivimos y existimos, a aquel que nos ama. Ser conscientes de esto es recibir el regalo de la Vida.

Con esta actitud celebrativa, el camino se hace con gusto, y gustando. Nos reenfoca la mirada y nos nutrimos de experiencia, sintiendo la compañía y ayuda de la comunidad. Porque realmente no puede haber conversión sino es en el seno de una comunidad que nos hace de espejo de lo que somos y de los que vamos siendo. San Benito en su Regla nos anima a una conversión de costumbres basada, no en la moralidad, sino en el amor:

Así como hay un celo de amargura malo, que separa de Dios y conduce al infierno, así hay también un celo bueno, que separa de los vicios, conduce a Dios y a la vida eterna.

Ejerciten, pues los monjes este celo con un amor muy fervoroso; es decir, que se anticipen a darse unos a otros muestras de honor y de respeto: que se toleren con gran paciencia sus defectos, así corporales como morales; y que a porfía se empeñen en obedecerse mutuamente. Ninguno haga lo que le parece que es bueno para sí, sino lo que juzgue útil para los demás. Dense recíprocas señales de un amor fraternal y desinteresado: teman a Dios y amen a su abad con humildad y sincero amor; y jamás prefieran cosa alguna criada a Jesucristo, el cual tenga a bien llevarnos a todos a la vida eterna.

De ese modo somos atraídas hacia la Pascua de Jesús y la propia. Porque para eso vino Jesús, nos dice el evangelio Juan, para que tengamos Vida en plenitud. Es decir, Vida en el amor.