cruz

El Padre Domingo, emulando quizás a Vicente Ferrer, acarrea un paraguas en pleno verano. El suyo, evidentemente, sabe a mar. Hoy en la misa del domingo, nos habla con estas palabras:

«Creer en Dios no es algo estático, una manera de pensar o de sentir que se conserva congelada en algún rincón interior de la persona. La fe consiste en vivir confiando en Dios, y la vida es la vida; no se congela en ningún momento; está llamada a crecer y desarrollarse. Cuando se vive ante Dios, no es posible quedarse siempre en el mismo punto. El creyente busca siem­pre vivir con más hondura. Repiensa las decisiones pasadas y toma otras nuevas. Trata de vivir siempre con más coherencia y dignidad. Lucha, cae, se arrepiente, vuelve a empezar… pero no permanece inerte.

Por eso, ser cristiano no consiste sólo en evitar el pecado. En nuestras vidas siempre hay pecado porque hay arrogancia, egoísmo, orgullo, exclusión del otro, acaparamiento y muchas cosas más. El creyente no es perfecto, pero es de corazón inquieto. Su fe le lleva a reconocer su pecado para reaccionar, levantarse, reorientar su vida, crecer.

Los primeros cristianos nunca entendieron su fe en Cristo de manera estática y repetitiva. Pensaron más bien en un proceso de crecimiento constante. Para ellos ser cristiano consiste en seguir  a Jesús, aprender  a  vivir como él, caminar tras sus huellas, reproducir su estilo de vida sencillo, fraterno, cercano al sufrimiento ajeno, abierto a la confianza en Dios.

Por eso cuando se nos pregunta si somos cristianos, no deberíamos contestar sin más: “Sí, soy cristiano.” Deberíamos decir: “Me estoy haciendo cristiano, estoy tratando de seguir con más verdad a Cristo”. ” No quiero que se me escape la vida sin aprender a vivir como Él,

Ciertamente es arriesgado y exigente seguir a Cristo. “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.”La reacción de Pedro ante estas  palabras es llevarlo aparte e increparlo.” No lo permita Dios, Señor”. Tú piensas como los hombres, Pedro, no como Dios.

Nosotros llamamos cruz a todo aquello que nos hace sufrir generado por nuestro pecado o manera equivocada de vivir-

La cruz es otra cosa. La cruz no es sino el sufrimiento que se producirá en nuestra  vida como consecuencia de ese seguimiento.

Los creyentes no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Todo el que pierda su vida por Jesucristo la encontrará.

La fuerza y la luz le llegan al creyente desde el Crucificado. En la cruz no hay teorías ni discursos hermosos. Sólo hay un Dios que sufre en silencio con nosotros.

Un Dios cercano, amigo del hombre. Un Dios que arrastra la historia doliente de la humanidad hacia su salvación».