NavidadEl tiempo de Adviento es propicio. Propicio ¿para qué? Para saborear el valor de la espera. ¿Qué tiene de bonito saber esperar? Supone destronar a nuestro rey: la necesidad. La necesidad como creencia, no como hecho. La creencia de necesitar algo distinto a lo que es en este momento. Si llueve, que no llueva y si es lunes, que sea sábado.

La espera del Adviento es sinónimo de confianza. Esperar es llenarse de plenitud contemplativa. Lo que veo, con los ojos del corazón, me llena y satisface completamente.

Hoy el Evangelio nos narra de nuevo la anunciación a María. También las lecturas de la misa recogen la profecía del Enmanuel del profeta Isaías. Ambas manifestaciones hablan de un futuro, de un nacimiento, de un vástago que traerá paz y sabiduría al mundo. Pero tanto María como Isaías, de momento, tienen que lidiar con su realidad. María: comunicarle a su esposo que espera un hijo en circunstancias inexplicables. Isaías: tratar de despertar la piedad y al conciencia de un rey increyente, Acaz, en medio de guerras y grandes tribulaciones. Ninguno lo tenía fácil, sin embargo su espera estaba llena de luz. Y la luz penetra en el momento ordinario, tal y como es, desapareciendo la necesidad (la creencia de necesitar) que las cosas sean diferentes a como son, en este instante.

Dice Mariá Corbí:

Quien silencia la necesidad, calla al constructor.
Por consiguiente quien silencia al deseo, el vocero de la necesidad, calla al constructor.
Callar al constructor es silenciar el mundo.
Silenciar el mundo es silenciar la dualidad.
Silenciar la dualidad permite acceder a “eso no-dual” que todo es.

En ese silencio del mundo, se oye la voz del ángel Gabriel: «Alégrate llena de gracia…». Alguien podría replicar ¿y por qué habría de alegrarse? En realidad, no hay «razón alguna» pero la poca o mucha experiencia nos dice que ese silencio, esa abertura a la confianza que somos, nos lleva a la plenitud y a la alegría. Y la necesidad (de que todo hubiera sido distinto) desaparece.

La isla de Tambo, al fondo, planeando sobre la Ría blanca en un día blanco nos conduce a eso mismo.