SilenciosHoy en el Císter celebramos a San Bernardo de Claraval, uno de los personajes más influyentes y vitales del medievo, con muchas luces y también sombras y una maravillosa capacidad para comunicar las verdades y engaños de la vida espiritual. Su incisiva mirada y su extraordinaria retórica hacen de él un placentero y estimulante compañero de camino pues, por fortuna, sus obras se han conservado hasta hoy y es un deleite leerle.

Hace unas semanas, Gustavo Martín Garzo escribió un artículo en El País con un título sugerente que hemos hecho nuestro: Coleccionar silencios. El escritor hace una crítica a un modelo de biblioteca que se está instaurando en Finlandia y que convierte a la biblioteca en un lugar sin silencio. Se baila, se asiste a conciertos, se cose a máquina. Biblioteca refractaria al silencio. Martín Garzo va más allá:

(la cultura) ha hecho tabula rasa de todo aquello que alimentó  durante siglos los sueños y los pensamientos de los hombres. ¿Alguien lee hoy la Odisea o la Iliada, el Amadís de Gaula o los preciosos sermones de San Bernardo, «Miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón», así decía el monje cisterciense que debían ser las palabras que se elevaban a Dios.

[…]

El personaje de un cuento de Heinrich Böll se dedica a coleccionar silencios. […] ¿No consiste justo en eso la lectura: en coleccionar silencios? El silencio es el espacio de la reflexión, pero también del pudor. Por eso todos los que guardan algo valioso hablan en susurros, antentos a esas otras voces que cuentan la verdadera historia de lo que somos.

Y parece que San Bernardo le contesta en su IV Sermón sobre la Dedicación de la Iglesia:

Se proclama aquí frecuentemente la palabra divina, se perciben los fervientes susurros de la oracion…sanctarum orationum murmurare susurria…

Sumerjámonos en el silencio sin miedo. El silencio no ahoga la fiesta, la colma.